CONTENIDO LITERARIO

Novelas y Reflexiones, Poesía y Pensameintos

Daniela

Daniela

En las sombras de la noche, en silencio,
mi corazón susurra tu nombre perdido.
Dejé de extrañarte, pero aún te siento,
como un eco en un sueño ya vencido.

Te di todo, sin pensar en el costo,
creyendo que en tus grietas hallaría luz.
Pero tú, un alma en pedazos, un rostro
que esconde un abismo, un destino intruso.

Pensé que estabas roto, pero era en vano,
pues en realidad, estabas simplemente vacío.
Y yo, con mi amor como único arcano,
quise completarte, fundirnos en un río.

Sin embargo, solo hallé ruinas en mi senda,
pedazos dispersos de un corazón maltrecho.
Decepciones, las mías, aunque crueles, no ofrenda
se comparan con la tuya, un abismo hecho.

Aún así, en la melancolía de esta noche,
sigo sintiendo el eco de tu ausencia,
como una herida que duele y brota cohecho,
en este poema, mi última confesión, mi esencia.

En los tiempos antiguos, en un reino lejano, gobernaba el sabio y justo Rey Alaric, cuyo linaje se remontaba a generaciones de monarcas valientes. Su reina, Eleanor, era conocida por su belleza y gracia, y juntos tenían dos hijos, el apuesto príncipe Edmund y la hermosa princesa Isabella.

Sin embargo, la paz en el reino se vio amenazada por la sombra de la guerra que se cernía sobre las tierras. Un rey rival, Lord Malachar, codiciaba la riqueza y la prosperidad del reino de Alaric. Con el pretexto de viejas disputas territoriales, declaró la guerra al reino vecino.

Ante la inminente amenaza, el príncipe Edmund y la princesa Isabella se prepararon para la batalla, ansiosos por demostrar su valentía. Mientras tanto, los caballeros más leales del rey se entrenaban día y noche para proteger a su monarca y su reino.

En medio de esta tensión, tres brujas poderosas, conocidas como las Hermanas de la luna, ejercían su influencia en las sombras. Eran hermosas y temidas en todo el reino, y sus habilidades místicas eran conocidas por todos. Morgana, la primera de las brujas, tenía el don de la ilusión y podía distorsionar la realidad a su antojo. Sibylla, la segunda, poseía el don de la profecía y podía vislumbrar el futuro. Y la tercera, Hekate, controlaba las fuerzas de la oscuridad y tenía un ejército de criaturas místicas a su servicio.

Las brujas, astutas y ambiciosas, decidieron aprovechar la guerra entre los reinos para aumentar su propio poder. Morgana engañó a Lord Malachar con ilusiones de victoria, Sibylla profetizó la caída del reino de Alaric y Hekate convocó a las criaturas de la oscuridad para sembrar el caos en las tierras del Rey Alaric.

La guerra estalló con furia, y los caballeros lucharon valientemente en el campo de batalla, liderados por el príncipe Edmund. Mientras tanto, las brujas trabajaban en las sombras, tejiendo sus hechizos y manipulando los eventos a su favor.

La princesa Isabella, preocupada por el destino de su reino, buscó la sabiduría de los ancianos del reino. A través de sus consejos, descubrió la verdad detrás de las maquinaciones de las Hermanas de la luna.

Determinada a salvar a su familia y a su reino, Isabella se embarcó en una peligrosa búsqueda para encontrar a los únicos seres que podrían contrarrestar el poder de las brujas: los Guardianes Ancestrales.

Mientras tanto, en el campo de batalla, la guerra alcanzó su punto álgido. Los caballeros del rey luchaban con valentía, pero la influencia de las brujas era fuerte. Fue entonces cuando el príncipe Edmund, herido pero no vencido, se enfrentó directamente a Morgana, la maestra de las ilusiones. Con astucia y coraje, logró desentrañar sus engaños y desarmarla.

En su búsqueda, la princesa Isabella encontró a los Guardianes Ancestrales, seres místicos que habían protegido el reino desde tiempos inmemoriales. Con su ayuda, Isabella adquirió conocimientos y poderes mágicos para enfrentarse a las brujas.

Mientras tanto, en el campo de batalla, el rey Alaric lideró a sus tropas contra Lord Malachar, desafiando las profecías de Sibylla. La batalla fue feroz, pero la valentía y el liderazgo del rey inspiraron a sus tropas a resistir.

Finalmente, Isabella regresó al reino, enfrentándose a las Hermanas del Crepúsculo. Con la sabiduría de los Guardianes Ancestrales, desafiaron las ilusiones de Morgana, desafiaron las profecías de Sibylla y vencieron a las fuerzas oscuras de Selene.

La paz regresó al reino de Alaric, y las brujas fueron desterradas para siempre.

El rey Alaric y su familia fueron aclamados como héroes, y el príncipe Edmund y la princesa Isabella aprendieron que, aunque las amenazas pueden venir desde las sombras, el coraje y la sabiduría siempre prevalecen en la luz.

 

...Continuara... 

En la penumbra de la habitación, una luz tenue se filtraba entre las cortinas, creando un escenario íntimo para el juego que estaba a punto de comenzar. En la mesa, una partida de poker esperaba pacientemente a ser repartido, cada carta un misterio que revelaría los secretos más profundos de aquellos corazones entrelazados.

El murmullo de risas nerviosas y susurros cómplices llenaba el aire, mientras los participantes se acomodaban alrededor de la mesa. Entre copas de cristal tintineantes y botellas de alcohol sugerente, la apuesta estaba lista para desencadenar pasiones ocultas y deseos reprimidos.

Las preguntas resonaban en el ambiente, lanzadas al azar como dados en un juego de fortuna. Cada respuesta, un destello de verdad revelada, un paso más cerca del éxtasis compartido.

Entre risas y miradas juguetonas, las almas desnudaban sus secretos más oscuros, mientras el juego aumentaba su valor con cada confesión.

El alcohol fluía como un elixir mágico, desinhibiendo inhibiciones y avivando la llama de la seducción.

Los cuerpos, ahora más cercanos, se movían al ritmo de una danza clandestina, donde las caricias eran el lenguaje que solo ellos entendían. Entre copas vacías y miradas cargadas de deseo, el juego de seducción se convertía en un arte, donde cada gesto era una pincelada de pasión.

La coquetería, como un perfume embriagador, impregnaba el aire. Miradas furtivas y sonrisas traviesas eran intercambiadas en medio del juego, creando una conexión silenciosa que solo ellos comprendían. Cada prenda perdida era un paso más hacia la entrega total, un desafío que elevaba la temperatura de la habitación.

En el apogeo del juego, el reto se convertía en un fuego ardiente, una llamada a explorar los límites de la lujuria y la rendición. Entre suspiros entrecortados y gemidos ahogados, el poker se convertía en la obra maestra de la noche, donde los cuerpos entrelazados narraban una historia de pasión prohibida.

Y así, en la penumbra de la habitación, el juego llegaba a su clímax, dejando tras de sí un rastro de susurros apasionados y cuerpos saciados. El poker, la apuesta, las preguntas, el alcohol, el juego de seducción, la coquetería y el reto, todos convergían en un poema erótico que solo aquellos valientes jugadores podían entender.

Al mirarme al espejo, me enfrento a la dualidad,
No sé dónde empiezo yo, en este reflejo de realidad.
Vuelvo a mí, lavo mi rostro en el rincón del ser,
Donde la esencia se mezcla con el eco del ayer.

Tú eres lo único en común en dos mundos dispares,
Un vínculo que desafía las leyes celestiales.
Creo en algo que no existe, en la bohemia de la utopía,
Un charlatán de sueños, un chiste en la melodía.

Palabras y conceptos danzan en mi mente errante,
Como versos de un poema, en la locura constante.
Vivo en una dualidad, entre la realidad y la quimera,
Donde la verdad se disuelve y la fantasía se desespera.

Eres tú, quien enciende el brillo en mi vida,
Como una estrella en la noche, una llama encendida.
En este juego de sombras y luces, eres mi faro,
Guiándome en el laberinto, en este viaje raro.

Bohemia es mi morada, en la utopía de tus brazos,
Un refugio donde se disuelven todos los lazos.
Charlatán de mis sueños, narrador de mi destino,
En tu mirada encuentro el sentido, el camino.

En el telar de la existencia, tejemos nuestro destino,
Palabra a palabra, como un eterno verso divino.
Eres tú el nexo, la conexión en este vaivén,
En este juego de opuestos, de lo real y lo soñado también.

Creo en algo que no existe, en el poder de lo efímero,
En la danza de las ideas, en el caos sincero.
Vivo entre risas y lágrimas, en la ambigüedad,
Porque eres tú quien da sentido a mi realidad.

La bohemia y el chiste se entrelazan en mi ser,
Como dos caras de una moneda, en este rompecabezas de entender.
Eres la clave en este enigma, el faro en mi tormenta,
Encendiendo el brillo que da forma a mi vida, la esencia

Tú eres la constante en mi ecuación, en esta dualidad,
Eres tú quien da significado a mi existencia, la realidad.

Un ateo en Roma, entre sombras de creencias antiguas,
En el vaivén del tiempo, donde la fe se desdibuja.
Estúpida como el orgullo, una constante en la ecuación,
En nuestra suma sobra una, un desequilibrio en la relación.

Siempre termino en los brazos de quien no me trata bien,
Como un bucle de penas que repite el mismo vaivén.
Es posible que yo sea idiota, pero tú también,
En este juego de errores, donde el corazón se ofrece.

Eres fugaz como un suspiro en la brisa nocturna,
Tu presencia es un destello, una llama taciturna.
El ruido del silencio es nuestra sinfonía,
Una melodía de palabras mudas, una ironía.

En el rincón de la incredulidad, el ateo pasea,
Entre las piedras ancestrales, su razón titubea.
Estúpida como el orgullo que nos separa,
En este vaivén de emociones, la distancia se aclara.

En nuestra suma sobra una, un desajuste evidente,
Como una pieza que no encaja, un error persistente.
Siempre caigo en los brazos de quien hiere mi ser,
Como una danza de sombras que no puedo entender.

Es posible que yo sea idiota, confundida y ciega,
Pero al mirarte, descubro que también eres juego.
Eres fugaz como un destello en la penumbra,
En el ruido del silencio, nuestra historia se deslumbra.

Entre líneas de desencuentro, en el vaivén de lo efímero,
Se teje nuestro destino, un lazo etéreo.
El ateo en Roma busca respuestas en el silencio,
Mientras tú y yo, nos perdemos en este juego intenso.

Estúpida como el orgullo que nos separa y enlaza,
En esta danza de contradicciones, la verdad se desgrana.
Eres fugaz, como un sueño que se desvanece,
En el ruido del silencio, nuestra conexión parece.

Así, en este poema, se entrelazan los hilos,
Del ateo en Roma, de lo estúpido, de los destinos.
Entre susurros de dudas y suspiros de insomnio,
Se dibuja la paradoja de un amor en desvelo

En la penumbra del adiós, despedida sin dolor,
Repartimos culpas como versos en el viento.
Gracias por enseñarme a crecer, a enfrentar el resplandor,
Fuiste mi guía, mi faro en cada momento.

Caminamos juntos por la senda de la vida,
Tejiendo memorias, en la alborada compartida.
Hoy, en esta despedida, no hay lágrimas que caigan,
Solo palabras que fluyen, como hojas que el viento arrastra.

Quizás el tiempo nos lleva por caminos divergentes,
Como dos ríos que se encuentran y luego se disuelven.
Repartimos culpas como pétalos al viento,
En esta danza de sombras, en este último intento.

Gracias por ser maestro en el arte de existir,
Por cada lección, por cada suspiro a compartir.
Fuiste mi guía, en los días de sol y tormenta,
Una presencia eterna, en mi memoria revuelta.

Te recordaré en las pinceladas de cada obra,
En la sinfonía que el viento susurra,
Porque fuiste parte de mi historia, de mi ser,
En este adiós, te llevo conmigo, como un suspiro de ayer.

No hay dolor en esta despedida, solo gratitud,
Por los momentos, por la complicidad en la actitud.
Cerramos un capítulo, pero no el libro completo,
Tu esencia perdura, como un eco en el soneto.

En cada trazo de mi arte, encontrarás tu huella,
Como un secreto que el corazón destapa y revela.
Gracias por enseñarme a crecer, a ser fuerte,
En la galería del tiempo, serás mi obra más querida, mi suerte.

En esta despedida sin lágrimas, solo queda el eco,
El eco de lo que fuimos, de lo que compartimos en el trecho.
Te recordaré en cada página, en cada línea escrita,
Porque fuiste mi guía, mi maestro, mi vida.

En el lienzo del tiempo, mi pasado se desvanece,
Roces de sombras, un ayer que en el viento perece.
Olvida los días que yacen detrás de mi piel,
Ámame por lo que puedo ser, por lo que mi corazón revela.

Guardo en mis silencios, los susurros de mi sentir,
Tú, eres mi refugio, mi secreto por descubrir.
Tú, que ocultas tus emociones tras un velo,
Yo rompo con palabras, un universo en desvelo.

Al mirar tus ojos, perdí la cordura,
Sumergida en tu esencia, en tu dulce locura.
No busques más, en mí hallarás lo que anhelas,
En este abrazo, donde el amor destila destellos.

Rompo barreras con cada verso pronunciado,
Te ofrezco mi alma, mi ser entregado.
Eres la melodía que en mi pecho resuena,
La paz en la tormenta, la luz que se antoja plena.

No busques en sombras, lo que en mi luz encontrarás,
Yo te daré lo que anhelabas, en mis brazos hallarás paz.
Somos dos almas danzando en la misma sinfonía,
Entrelazando destinos, tejidos en la melancolía.

Contigo aprendí que el llanto puede ser alegría,
Lágrimas que pintan arcoíris, en nuestra algarabía.
Cada risa, una sinfonía en este cuento compartido,
Donde el amor crece, en cada suspiro rendido

En este presente, escribimos nuestro destino,
Con la pluma del afecto, con el corazón genuino.
Olvida el pasado, abraza el ahora conmigo,
Que en este instante, nuestro amor es el abrigo.

Ámame por lo que seremos, en esta danza sin final,
Donde el futuro es un lienzo, y el presente es total.
Guarda en tus días, los momentos de felicidad,
Porque contigo aprendí que se puede llorar de alegría.

En la penumbra de la noche, ella se deslizaba,
Una mujer adictiva, como el vino que embriaga.
Su aura, más intoxicante que el más fuerte licor,
Una reina vestida de alquitrán, un misterio de amor.

Ella entregó su alma por un efímero instante de libertad,
Desafiando los límites, buscando la eternidad.
Con determinación en sus ojos, y un anhelo en su ser,
Rompió las cadenas, buscando lo que debía tener.

Corona de alquitrán adornando su noble frente,
Reina de sombras, en un mundo indiferente.

Caminando entre susurros, con gracia y altivez,
Buscando el anhelado momento de plenitud y tez.

No sabía cómo llorar, esa mujer de hielo y fuego,
Sus emociones ocultas, un enigma en su juego.

Guardiana de pasiones, en su alma encerradas,
Con cada paso, con cada mirada, dejaba huellas marcadas.

Daría todo por la lámpara de los deseos,
Atrapar la esencia pura, y sentirse en proceso.
Sueña con un mundo donde la felicidad sea verdad,
Donde cada suspiro cuente, donde no exista maldad.

Bajo el manto estrellado, ella clama al universo,
Buscando respuestas, en medio del reverso.
La lámpara brilla, en la oscuridad infinita,
Pero ella, atrapada en su destino, en su historia escrita.

Aunque anheló ser eterna, ser más que un eco,
Se convirtió en un recuerdo, en un simple hueco.
La mujer que no pudo llorar, que ansiaba volar,
Se convirtió en un suspiro, en una sombra al azar.


Entre las páginas del tiempo, su historia se desvaneció,
Pero en el corazón de aquellos que la amaron, permaneció.
Una reina con corona de alquitrán, un vicio sin final,
Ella se convirtió en un recuerdo, pero su esencia no tiene final.

En tierras lejanas, bajo el cielo estrellado,
Ella encontró un amor, un destino inesperado;
Dejó su patria, con sueños de regresar,
Pero el corazón la atrapó, sin poderla soltar.

Conoció al muchacho, en una tarde dorada,
Sus ojos se encontraron, y el mundo se detuvo en nada.
Entre risas y secretos, floreció una pasión,
Un amor que creció, sin previa invitación.
Juntos caminaron, por calles desconocidas,
Descubriendo paisajes, olvidando sus heridas.

Cada amanecer era un beso, cada atardecer una promesa,
En ese rincón del mundo, encontraron su fortaleza.

Pero en la quietud de la noche, cuando todo callaba,
Ella cerraba sus ojos, y su tierra recordaba.
Las montañas majestuosas, el aroma del cafetal,
La música de su gente, su canto ancestral.

Sentía un nudo en la garganta, al pensar en su partida,
Las lágrimas se asomaban, en medio de la despedida.

Extrañaba cada rincón, cada abrazo y canción,
Su tierra la llamaba, como llamado de una oración.
El muchacho la miraba, con ojos llenos de amor,
Entendía su nostalgia, su profundo dolor.
Le prometió un día, volver a su hogar,
Y entre sus brazos, la hizo soñar.

Pero por ahora, en esa tierra extranjera,
Ella se aferraba al presente, a la vida que ella espera.
Porque aunque extrañe su país, y el sol de su terruño,
Sabe que el amor es un puente, que une cada rincón.
Y mientras el tiempo avanza, y la distancia se alarga,
Ella guarda en su corazón, la promesa que no se amarga.
Volverá a su tierra, con el amor a su lado,
Donde juntos, escribirán un nuevo legado.

En tierras lejanas, un susurro de ausencia, una chica partió con su esencia;
Dejó su país, su hogar querido, con sueños en vuelo, el destino compartido;
Buscaba fortuna, amor o tal vez, un rincón distinto, un nuevo edén.

Halló en un extranjero, su corazón latente, un lazo nacido, profundo y creciente;
Entre calles distintas, colores que cambian, la chica encontró la dicha que anhelaba.

Un muchacho sincero, su razón de ser, tejieron juntos un sueño de renacer;
Pero en la calma de la noche estrellada, la nostalgia la abraza, la tierra añorada;
Recuerdos danzan como sombras del ayer, la patria distante, su ser entero quiere ver;
El aroma de la tierra que la vio nacer, el canto de los pájaros al amanecer;
Llora en silencio, lágrimas de melancolía, extraña el abrazo de su tierra querida.

Aunque el amor florezca en su nuevo andar, la patria le llama con su suave cantar;
En sus sueños, regresa a campos y colores, siente el eco lejano de sus ancestros;
Así, entre dos mundos, su alma se debate, en el país adoptivo, su felicidad late;
Pero el lazo ancestral, fuerte como el viento, le susurra nostalgias, un eterno sentimiento;
Así sigue la chica, entre amores y añoranzas, tejiendo su historia en dos tierras danzas.

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